¿Cómo hacer para que niños y niñas vuelvan a la escuela con
garantías de salud, física y emocional para ellos mismos, profesorado, familias
y sociedad en general?
No tengo la respuesta a esta pregunta.
Mi intención es poner en el centro de atención las necesidades emocionales
infantiles. Y partiendo del hecho de la complejidad y variabilidad tanto de
niños/as, familias y de escuelas lo que se me ocurren son más preguntas.
¿Cuáles son las necesidades básicas infantiles? ¿La “sociedad” como conjunto es sensible a las necesidades emocionales? ¿Qué funciones ha de cumplir el sistema escolar y cómo ha de llevarlas a cabo? ¿Puede la escuela tal como la tenemos concebida respetar las necesidades emocionales tanto antes, durante como después de la pandemia?¿Aulas saturadas y patios de cemento son el mejor entorno – contexto de desarrollo para la infancia? ¿Está crisis por Covid puede ser una oportunidad para cambiar el sistema escolar? ¿Estamos familias, escuela y sociedad preparadas para cambiar? ¿somos capaces de mirar un poco más allá y explorar iniciativas y alternativas a la “escuela tradicional”? ¿somos capaces de tener en cuenta a la infancia y preguntarnos cómo diseñarían las escuelas y las aulas los niños y niñas; o yendo más allá preguntarles directamente cómo lo harían?
Necesidades en la infancia: la seguridad emocional básica
Los seres humanos somos seres
ultrasociales preparados para la vinculación emocional. Nuestro desarrollo socioemocional
y cognitivo depende de la seguridad de dichos vínculos en etapas tempranas de
la vida. No “sólo” el desarrollo depende de los vínculos sino que nuestra salud
y bienestar a lo largo de la vida depende de la salud de estos vínculos, tanto
de los que hemos tenido en la infancia como de los que vamos desarrollando a lo
largo de la vida.
La seguridad emocional básica se
adquiere en la familia, a partir de las relaciones afectivas de apego con la
madre y el padre (o si faltan, con quien ejerce el cuidado, siempre son un nº
muy reducido las figuras de apego) con
quien establecer una relación cálida, intima y estrecha. Es la sensibilidad ante
las necesidades (físicas y emocionales, que son inseparables) y la respuesta
regular y estable y “suficientemente buena” de cuidado la clave que promueve el
desarrollo durante los primeros años de vida de un sentimiento de seguridad
interno que conlleva expectativas de ser
cuidado y regulado cuando se requiera. Se adquiere la seguridad básica de que
se puede confiar en los demás y que uno/a mismo/a es merecedor/a de ser
cuidado.
El vínculo de apego cumple entre otras
funciones la de regular las experiencias
estresantes: el bebé es dependiente de la madre para ser regulado; con el tiempo
y el desarrollo de capacidades se irán adquiriendo capacidades de
autorregulación cada vez más eficaces.
Insisto en la idea de que los
seres humanos somos seres ultrasociales, preparados para la vinculación y la
cooperación social. Por nuestra naturaleza es en “lo relacional” donde nos
desarrollamos. Y es en esas relaciones de apego donde desarrollamos las
habilidades sociales, la cooperación, la empatía, etc.
Por otro lado, pensamos que hay
un impulso natural humano a crecer y aprender que propicia los aprendizajes. Si
las necesidades emocionales están satisfechas, el sistema de exploración, que
impulsa a interesarse por el mundo, se activa. Y a través de la interacción, facilitada
o acompañada por/con otros adultos. con el mundo físico y social, es cómo se
adquiere de forma singular los aprendizajes.
El sistema escolar ha de tener en
cuenta estas necesidades emocionales de la infancia.
¿Qué funciones cumple la
escuela y cómo?
El sistema escolar al cumplir sus
funciones de “guarda, cuidado, socialización y transmisión de contenidos” no
puede obviar estas necesidades emocionales derivadas de nuestra naturaleza
emocional y social.
Las necesidades emocionales y
sociales han de ser lo primero a tener en cuenta. Niños y niñas han de sentirse
seguros y no atemorizados en el entorno escolar. Las y los profesores se
convierten temporalmente en base segura emocionalmente hablando desde la cual
poder explorar el mundo físico y social y realizar aprendizajes
En las etapas más tempranas la
función principal es la de guarda y cuidado. Si hablamos de guarderías 0-3 años
(si, ya sé que no gusta lo de guarderías y que hay que llamarlas escuelas
infantiles….) la función principal es la guarda. Y dada la dependencia de los
bebés durante esa guarda se proveen cuidados. ¿Son las necesidades infantiles
las que satisface la escolarización 0-3 años? ¿o son las necesidades de los
adultos y del sistema laboral? Lo que necesitan las y los más pequeños son
cuidados emocionalmente respetuosos que tengan en cuenta sus necesidades afectivas.
En estos tiempos de pandemia no son los bebés los que necesitan volver a las
guarderías. Necesitan en todo caso 1 ó 2 personas con las que vincularse, que
no estén muy estresadas (es decir que las madres y padres tengan red familiar y
social, sustento económico y tiempo para compartir y criar) y provean de
experiencias de seguridad afectiva así como de espacios relacionales y de juego
compartidos con otros.
Conforme niños y niñas crecen van
a tener cada vez más capacidades y más autonomía pero el vínculo seguro con su
profesor/a va a ser central para el desarrollo. La necesidad de ser tenido en
cuenta en su singularidad va a permanecer a lo largo de toda la vida escolar.
En cuanto a la escuela como
espacio de socialización, yo me pregunto: ¿Cómo es esa escuela en concreto?
¿Cuida lo suficiente las relaciones y que éstas sean de calidad? ¿Quieren
volver los niños/as a la escuela? ¿Y los que no quieren ir, los que sufren, los
que son excluidos o acosados? ¿Podríamos preguntarles cómo querrían que fuera
su escuela?
No me extenderé en lo que tiene
que ver con la “instrucción y adquisición de contenidos curriculares”. Se
pueden hacer muchas reflexiones acerca de las maneras de aprender-enseñar, de
los aprendizajes significativos y de experiencias alternativas a los modos de
enseñanza tradicional.
¿Está la “comunidad educativa”
preparada para cambiar?¿Es esta crisis una oportunidad para plantearse cambios
profundos que atiendan a las necesidades de la infancia?
Parece que está crisis por
epidemia Covid ha puesto de manifiesto la necesidad de cambios en el sistema
educativo.
Pero no sé si se están teniendo
en cuenta las necesidades reales de la infancia al plantear dichos cambios.
Cualquier sistema humano
(familia, escuela…)laboral tiende a la
homeostais, a mantener el equilibrio aún a costa de los elementos que lo
componen.
El sistema escolar y laboral se sostiene en
buena parte a costa de mantener a la infancia custodiada en aulas abarrotadas y
patios de cemento, que desde muchos
lugares ya se venía denunciando que no cubrían saludablemente las necesidades
infantiles.
Las crisis con todo el
sufrimiento que conllevan suponen cambio y como todo cambio oportunidad. Esta crisis terrible del Covid pone de
manifiesto lo que para muchas ya es evidente, un sistema escolar que ya estaba
previamente poco adaptado a las necesidades reales de la infancia.
Y ante la planificación del
regreso en el próximo curso escolar nos encontramos con propuestas que suponen “más de lo mismo”, con
el añadido del miedo.
Propuestas para el cambio
teniendo en cuenta las necesidades de la infancia
Algunos profesionales de la
infancia como Heike Freire y José María
Paricio se han mostrado públicamente en desacuerdo con las medidas propuestas y
lanzado ideas respetuosas con las necesidades infantiles Carta abierta: ningún coronavirus puede reinar en la escuela
Desde mi punto de vista, partiendo
de la realidad (compleja, plural y diversa) en la que vivimos, y teniendo en
cuenta el funcionamiento del sistema escolar, laboral, social….y las
resistencias al cambio, aún percibiendo tal necesidad, la tarea me parece inmensa.
La sensación es que las resistencias son tan poderosas que siento el riesgo de
que el desaliento y la impotencia se instalen en las personas y los grupos que
desde diferentes ámbitos trabajan por un sistema escolar más adaptado y
respetuoso con la infancia.
Frente al desaliento solo se me
ocurre juntar energías, cooperar con quien está convencido/a de la necesidad de
cambiar: maestras/os, escuelas respetuosas con las necesidades emocionales,
familias que desean cambios, otros ámbitos de lo social, de la psicología….así
como preguntar a niños/as y
adolescentes.
Y contribuir con lo que está al
alcance, cada persona con lo que tenemos y desde donde estamos podemos
contribuir, podemos realizar “pequeños cambios” mientras los grandes cambios
(confíemos) van llegando.
Propuesta: cuidados y
educación emocionalmente respetuosa
Una propuesta, siguiendo a Felipe
Lecannelier, psicólogo especializado en Infancia y Teoría del Apego, es
promover una crianza, cuidados y educación basados en el cuidado respetuoso a
las necesidades emocionales infantiles, sea cual sea el contexto donde se
produzca eses cuidado.(https://revistamentalizacion.com/ultimonumero/06.pdf
).
Entre educadoras/profesorado y bebés, niños/as,
adolescentes, sea cual sea su edad se establece un vínculo emocional que puede
ser suficientemente seguro y por tanto saludable. Las condiciones para que
dicho vínculo sea saludable y promueva bienestar y aprendizaje
significativo son: estabilidad,
continuidad, especificidad (nº reducido), sensibilidad y ausencia de estrés.
Es decir, el cuidado, acompañamiento y educación ha de ser proporcionado por un número reducido de personas, que se mantengan en el tiempo, sean sensible a sus necesidades emocionales y no sólo no provoquen estrés al niño/a sino que además le ayuden y acompañen en la regulación del estrés propio de la vida (para lo cual ha de haber número suficiente de cuidadoras por niño/a).
Lecannelier propone un modelo acerca de las capacidades y habilidades que cualquier persona cuidadora/educadora ha de tener y desarrollar para promover vínculos seguros y por tanto un desarrollo emocional, social y cognitivo saludables al mismo tiempo que se genera un ambiente relacional satisfactorio. Estas capacidades y habilidades de forma muy resumida serían:
- Atención: desarrollar habilidades para “prestar atención” minuciosa y sensible a la comunicación tanto verbal como no verbal. Lo cual requiere de presencia física, emocional y mental en sentido amplio. Disponer de tiempo suficiente es imprescindible.
- Mentalización, es decir “tener en mente la mente del niño/o”, empatizar por un lado y al mismo tiempo ser capaces de reflexionar e interpretar de forma positiva y constructiva a qué obedece su expresión emocional entendiendo que siempre buscará cumplir una función, que va a ir dirigida bien a disminuir su estado de estrés o a amplificar sus necesidades de ser cuidado/a.
- Automentalización, estrategias dirigidas a tomar conciencia de los propios procesos mentales y emocionales en relación a las conductas de los niños/as, y a desarrollar estrategias de autocuidado para un desempeño más saludable y satisfactorio del trabajo.
- Regulación: desarrollo de estrategias de regulación del estrés. Los adultos hemos de ser capaces de autorregularnos para poder desde ahí ayudar a regularse a los menores.
En definitiva: atender, escuchar, comprender, empatizar y
regular.
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